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Universidad Autónoma de Centro América 

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Una cronología de la civilización hasta el primer milenio de nuestra era

Alberto Di Mare

Las primeras civilizaciones [<>] [\/] [/\]

     

De la invención de la escritura al 500 a.C. [<>] [\/] [/\]

      Del 3.500 a.C., invención de la escrititura, al 500 a.C. se consolidó la civilización humana, siendo desde entonces endémica y concomitante con las sociedades humanas: dondequiera se desarrollaba la agricultura, aparecía también la civilización. Se formaron en este lapso las cuatro civilizaciones principales (China, India, Medio Oriente, Mediterránea), que dominarán el acaecer histórico hasta el siglo XIX, y se establecieron los fundamentos del pensamiento científico, filosófico y religioso posteriores.

Difusión de la civilización [<>] [\/] [/\]

     

Los imperios [<>] [\/] [/\]

     

El mundo Grecorromano
La hora de Atenas
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El Imperio Romano [<>] [\/] [/\]

     

La civilización China [<>] [\/] [/\]

     

La civilización Hindú [<>] [\/] [/\]

     

El cristianismo [<>] [\/] [/\]

      En la evolución cultural de Occidente, el cristianismo, por lo menos hasta el siglo XVIII (inicios de la Revolución Industrial), ha sido preponderante. Durante el primer milenio de la era cristiana, ha pasado por tres etapas bastante definidas: la original, es decir el cristianismo de Cristo y los apóstoles, exceptuado Pablo, la paulina, que correspondió a la visión de Pablo y la patrística, el período post-paulino hasta san Agustín, en el que se constituyó el cristianismo con las características que mantendrá por el resto del milenio.

      La predicación de Jesús, tal como la podemos captar por las escasas huellas documentales que dejó, fué básicamente una de ligazón personal del creyente con Dios, concebido como Padre, sin intermediaciones eclesiásticas, sino en una especie de sacerdocio universal, donde el espíritu humano alzaría vuelo conforme a su propio ritmo y movimiento. Esta religión, por ser tan libre, era contraria al judaismo, por lo menos al judaismo preponderante, que era una religión del Templo, anclada en una raza y una región, fruto de una tradición y cultura particular. La de Cristo era para todos los hombres y todos los tiempos, excepto que, preñada como estaba de sentido apocalíptico, por la creencia en la inminente parusía, fue una religión contradictoria.

      La destrucción del Templo y de Israel por los romanos (en el 70 de nuestra era), dejó sin razón de ser la tradición templo-judaica, y puso de manifiesto que la parusía no sería entonces, por lo que debió vivir la vida, y no sólo esperar la venida del Mesías. La religión cristiana tuvo que tomar en cuenta el tiempo, olvidarse del fin del mundo, y ser una religión del mundo. Pero a esta convicción no llegó súbitamente, sino que antes pasó por una crisis de identidad, la concepción paulina.

      Cristo, tanto como doctrina cuanto como persona, adquirió en Pablo un sentido peculiar: el Cristo histórico no tiene que ver con el paulino, que es el de la visión de Pablo, el cristianismo adquirió así una mayor libertad, pues se convirtió en una religión tal como la concebía, sin ataduras de ninguna especie, un rabino que deseaba propagar la visión de un Dios universal, en una religión desligada definitivamente de las ataduras de la ley judía, de la tradición judía, del templo judío.

      Algunos dudan que Pablo, en su visión, creyera a Jesús consubstancial con Dios, segunda persona de la Trinidad, como fue concebido por la iglesia cristiana. Pero no cabe duda de que el lenguaje utilizado por Pablo para referirse a la divinidad, a Cristo, a la Iglesia, fundamentó las interpretaciones posteriores que, por así decirlo, desarrollaron sus conceptos, para terminar en un Dios trino, una de cuyas personas habría encarnado, Dios y hombre, en Cristo, para constituir una Iglesia que sería su cuerpo, con una realidad orgánica. Fuera como fuere es indudable que Pablo concibió a Jesús como el Ungido (Cristo) por excelencia, mensajero indiscutido de Dios, dotado de poderes inmensos, señor sobre la muerte, pues la resurección de Jesús fue la piedra clave de la fe paulina.

      En las comunidades cristianas de Africa del Norte y las de Asia Menor, la creencia en un Cristo-Dios no fué común, el Cristo divinizado sería la fe de la iglesia griega, que, convertida en ortodoxia, logró posteriormente imperar incontestada, cuando la fe cristiana obtuvo aceptación y respaldo imperial, y la secta exaltada a ortodoxia pudo imponerse como fé única y católica, levadura de la cultura occidental.

      De Pablo al 250 de nuestra era, la religión cristiana se consolidó, difundiéndose, por la atracción que ejerció como religión personal, que se refiere a las angustias del individuo. Esta religión no era intelectual, ni tan siquiera inteligente: los paganos ilustrados reprochaban a los cristianos su credulidad y la incapacidad para razonar sus creencias, lo que hoy, educados en un cristianismo racionalizado, nos suena increíble.

      Conforme la primitiva religión fue dominando, "cristianizó" las costumbres y fiestas paganas, el día de Pedro, en Roma, se celebró el 29 de junio, fiesta de Rómulo, fundador de la ciudad; el día del señor, dominis die (domingo), coincidirá con el de la celebración del sol (Sunday); Cristo mismo es representado como Sol invencible, etc.,etc. La iglesia cristiana acabó convirtiéndose en iglesia oficial, suplantando al paganismo.

      A partir del 250 el Imperio padece muchos males, invasiones bárbaras, guerra civil, inflación, control de precios, régimen de coloniaje que vincula a los individuos a su trabajo y tierra, carestía, ruptura de los mercados, decadencia económica. Dentro de este clima la iglesia se hizo, por así decirlo, más imperial que el mismo imperio, pues no se desmoronó, como el estado romano, sino que continuó universal y unitaria. En el 313 Constantino (y su co-emperador Licino) dictaron el edicto de Milán, por el cual instauraron la "tolerancia completa" para la iglesia cristiana y revocaron todos los decretos anticristianos y persecutorios, probablemente porque ya eran muchos los adeptos a nuestra fe, muy numerosos en todas partes, sobre todo en el ejército y entre las mujeres; los actos de persecución ya eran mal tolerados por la opinión pública. Pero quizás también porque la iglesia correspondía al ideal imperial, pues se había convertido en una fuerza conservadora, estabilizadora.

      De la tolerancia pronto se pasó al privilegio, a las exenciones fiscales, a la exoneración de sufragio de las festividades paganas, (que era una carga muy costosa, para el pagano acudalado); un intento de reinstaurar el paganismo, feneció con la muerte del emperador que lo propugnaba (Julián, 361-3), los ricos comenzaron a convertirse a la religión, quizás por lograr ventajas económicas: la burocracia religiosa comenzó a salir de las clases altas paganas, como nos lo muestra las rápidas carreras de los jerarcas eclesiásticos de la época: a San Ambrosio de Milán le tomó sólo ocho días del catecumenado al obispado, Eusebio de Cesárea paso directamente de catecúmeno a obispo; a San Agustín, Orígenes y San Jerónimo les tomó muy corto tiempo escalar sus posiciones; incluso un papa, Fabiano, hizo la carrera completa de laico a papa en un solo día.

      Teodosio I (378-395) prohibió el paganismo, con lo que la religión cristiana pasó a ser religión oficial del Imperio. Ahora empezará a tomar pábulo la opinión, inicialmente de Eusebio, obispo de Cesárea, quien murió en el 339, del emperador como sacerdote y rey, la que en la iglesia de Occidente no echó raíces profundas, pero que, dogma o no, es la realidad cotidiana, sobre todo en la iglesia oriental, como lo pone de manifiesto el hecho de que hasta el siglo VIII todos los concilios ecuménicos (siete) fueron convocados por el emperador oriental: Nicea (325), Constantinopla (381-),Éfeso (431), Calcedonia (451), Constantinopla (553), Constantinopla (680-1) y Nicea (787).

      La iglesia romana se independizó de Oriente en el siglo VIII, cuando los reyes francos la toman bajo su protección para hacerla religión oficial del Sacro Imperio Romano, a partir de Carlo Magno.

      El desarrollo de la cristiandad, en Oriente y Occidente, siguió caminos distintos; la iglesia griega (Iglesia de Oriente) perdió su universalidad y se convirtió más y más en una religión de la corte imperial, en tanto que la romana (Iglesia de Occidente), desligada del Imperio, que había sucumbido en Occidente, y de la ciudad de Roma, se transformó en una religión misionera que, para el año 1.000, había convertido al cristianismo a los celtas, los francos y los germanos, dejando el catolicismo de ser una religión mediterránea, para convertirse en una religión europea. Contrariamente la cristiandad griega se encerró, cada vez más, en sí misma y a pesar de su obra misionera y monástica, en Europa central y los Balcanes, fué sobre todo religión de la corte y de la ciudad imperial, por el gran poder de atracción que la cultura y riqueza de Bizancio ejerció hasta elfin del milenio y después.

      A partir de Justiniano la iglesia oriental persiguió a los disidentes (judíos, paganos, heterodoxos), llegando hasta a clausurar la enseñanza universitaria, por estar en manos paganas, en el 529 desaparece la Academia de Atenas, fundada por Platón en el siglo IV a.C.; Justiniano sujetó la iglesia al Estado y se adjudicó el derecho de proponer las autoridades eclesiásticas, así como de removerlas, emitía decretos en asuntos religiosos como si fuera un pontífice máximo (su lema, parecido al de Adolfo Hitler en nuestro siglo, fue "Un imperio, una ley, una Iglesia"). Con todo la hegemonía imperial en asuntos eclesiásticos no era absoluta, porque la opinión pública religiosa era muy fuerte en Oriente, y la autoridad imperial arriesgaba decidida oposición si se inclinaba a favor de facciones que no tuvieran amplio respaldo.

      En Oriente, lo mismo que en Occidente, conforme decayó el Imperio, los obispos asumieron las funciones públicas, quienes sustituyeron a la autoridad civil en ciudades y municipios, logrando, por la intercomunión de las iglesias, un funcionamiento internacional de la vida ciudadana; en Oriente los obispos se convirtieron en señores feudales, en el campo, y en exactores de gabelas (sobre la propiedad urbana y sobre el ingreso de mercancías), en las ciudades. A la vez se encargaron de la mayor parte de los servicios públicos (caminos, puentes, servicios comunales); la ventaja del obispo sobre el burócrata imperial fue su mayor honestidad y su permanencia, prácticamente vitalicia, al servicio de la comunidad. En el primer milenio la iglesia oriental estuvo desgarrada por contiendas religiosas, siendo las principales la de monofisitas y calcedonios, sobre si en Cristo hay dos o una sola naturaleza y posteriormente la iconoclasta, si es pecado rendir culto a las imágenes. Todo con consecuencias políticas, pues desde Contantino Quinto los herejes fueron considerados rebeldes, enemigos del Estado, por cuanto los emperadores. desde León III, se consideraron "sacerdotes y reyes".

      Para todo fin práctico, Bizancio se desentendió del Imperio Romano de Occidente, en el cual no se nombraba emperador desde el 478; el obispo de Roma era un duque, dentro de la organización imperial, deja de pagar tributo a Bizancio desde el 729, sin consecuencias.

      Con el ascenso del Islam, Bizancio perdió casi todas sus posesiones, quedando reducida a los Balcanes, los alrededores del mar Caspio y Anatolia; de los patriarcados de la cristiandad quedaron sólo dos, Roma y Bizancio, y las cristiandades de Jerusalén, Alejandría y Antioquía se convirtieron al Islam; el Mediterráneo fué un mar musulmán lo mismo que la mayor parte de sus costas, el norte de Africa, la península española, las de Asia Menor y las islas; con este poderoso contendiente Bizancio comenzó a declinar lentamente, hasta caer abatido en 1453.

      Algo semejante sucedió con la cristiandad occidental, que sufrió la infiltración de los pueblos bárbaros, invasiones que fueron más de carácter económico que militar, y -desde el punto de vista religioso- de dos clases, unas de pueblos paganos, que generalmente se conviertieron al cristianismo romano antes del 1.000, y otras de pueblos cristianos, de la herejía arriana (el Verbo no es consubstancial al Padre desde toda la eternidad), principalmente vándalos, con los que fue mucho más difícil convivir pacíficamente, pues perseguían a los católicos romanos fieramente, sobre todo en España, provincia que ocuparon y gobernaron hasta que los árabes la conquistaron en el 711. El papado se independizó de Bizancio y se apoyó en los reyes francos (Pepino el Breve y Carlo Magno), a los que pide intervengan en Italia para liberarla de los godos arrianos (longobardos), vencidos los cuales Carlo Magno se declara rey de Lombardía y luego es coronado por el Papa como Emperador del Sacro Imperio Romano; a su vez la iglesia romana recibió del emperador, en donación la Italia central (Estados Pontificios), asiento feudal sobre el que estableció su independencia como señor secular.

      Los últimos quinientos años del milenio, fueron la hora de Irlanda (única sociedad cristiana que nunca recurrió a la violencia, por lo que no hay mártires irlandeses) y de Inglaterra occidental; cunas de la cultura occidenta gracias a sus órdenes monásticas, cuyo espíritu misionero educó y evangelizó a los pueblos francos y germanos, y fundaron los principales monasterios de Francia, Alemania e Italia del Norte, que serían focos de cultura, tanto intelectual como tecnológica, hasta la reforma protestante.

      La organización eclesiástica, con ligeros retoques que vendrán posteriormente, en el año 1.000 ya estaba completada: obispado monárquico, preeminencia del obispo de Roma, funcionarios eclesiásticos de dedicación exclusiva y célibes, inmensas órdenes monásticas donde se curaba la formación intelectual de las clases altas, se investigaba y aplicaba la tecnología, reposaba el saber acumulado; todo dentro de una Iglesia monolítica, dueña y señora en lo secular y en lo espiritual. En frente de ella un estado desmenuzado en pequeños principados, en continua lucha unos con otros, sin cohesión ni coherencia política. Europa y cristiandad eran una y la misma cosa hasta que el poder civil logró reagruparse y formar, lentamente, los estados nacionales, que fueron los protagonistas en las centurias siguientes.

      Esta preeminencia eclesiástica, en Europa occidental, se dió gracias a que los pueblos bárbaros eran analfabetas, en tanto que la iglesia poseía escribas y gentes educadas, capaces de leer y escribir; los bárbaros fueron conquistados por la utilidad de esta tecnología y emplearon a la clerecíapara que pusiera por escrito sus tradiciones, sus leyes, su cultura, lo que los clérigos aprovecharon para cristianizarlas. Además de leer y escribir, los obispos y monjes cristianos, poseían capacidades administrativas y una tecnología agrícola superior, por lo que eran más productivos: conforme los reyes bárbaros pasaban al cristianismo romano, le otorgaban a la iglesia propiedad plena sobre la tierra (algo que la ley bárbara no contemplaba) y exenciones fiscales, mediante leyes especiales privadas (privilegia); los señores bárbaros, como había sucedido con los romanos, comenzaron a traspasar sus tierras a la iglesia, (con lo que ésta las adquiría en propiedad plena), a cambio de convenios que les permitieron usarlas en mejores condiciones que al amparo de sus propias leyes. La iglesia acumuló así grandes cantidades de tierras y las explotó con una tecnología avanzada. El desmonte y la colonización agrícola que se llevó a cabo en Europa central bajo la guía de los conventos y los obispos es una hazaña, realizada durante un milenio, y que constituyó la infraestructura de la cultura europea. Otro tanto sucedió en lo intelectual: la iglesia nunca tuvo ascendencia, en el mundo pagano, sobre los centros de educación, que quedaron en manos de paganos; pero con la infiltración o invasiones bárbaras, el sistema educativo, que era estatal, desapareció y la iglesia llenó el vacío consiguiente, por medio de los conventos y las escuelas catedralicias, logrando un monopolio total de la cultura, indiscutido, hasta bien entrado el siglo XVII. No sucedió lo mismo en Oriente, donde la educación estuvo siempre en manos del Imperio, por lo que la iglesia oriental nunca logró un dominio o monopolio cultural y consiguientemente el monasticismo oriental no alcanzó la preponderancia intelelectual que tendría en Europa occidental. La clerecía de la iglesia occidental estuvo, desde el siglo V, integrada por las élites, en tanto que en Oriente éstas se incorporaron al servicio civil, por lo que la iglesia oriental, contrariamente a la occidental, fue sirviente y no señora del poder político.

      Con las invasiones vikingas del siglo IX todo esto cambió en Occidente, obligado a enfrentarf este peligro, mediante las organizaciones caballerescas, que brindaron protección a cambio de tierras y señorío feudal, con lo que nació el feudalismo, a expensas de los obispados y los monasterios; al finalizar el milenio la tónica era feudal, sin embargo estos señores eran zafios e iletrados y ya en el siglo XII la Iglesia recuperó su predominio y la sociedad europea comenzó a superar la etapa feudal.

      Si tardó tanto la iglesia en recuperarse, fue por su tradicionalismo y falta de creatividad intelectual, hecha como estaba a conservar y resguardar el saber antiguo, pero sin agregar nada nuevo, llegando, cuando mucho, al enciclopedismo: por ejemplo, Isidoro de Sevilla, al cabo de 20 años de investigación con muchos asistentes, escribió sus Etimologías, una enciclopedia, editada en 20 libros porBraulio obispo de Zaragosa, en que establece el trivium (gramática, retórica y dialéctica), el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía) y las artes dependientes medicina, leyes y cronologías), obra que durante ochocientos años determinó el método y contenido de toda la enseñanza europea, desde la escuela primaria hasta la universidad, lo que nos da buena prueba de la mentalidad tradicionalista europea, hasta el siglo XV.

      La civilización cristiana, al finalizar el milenio tenía una visión pesimista de la historia y del mundo, producto de su propia insuficiencia cultural, pero también origen de ella. No obstante había logrado acumular suficientes energías y experiencias, para un despegue de la civilización, que no se haría esperar, apenas doblado el tormentoso cabo del milenio; un nuevo hombre y un nuevo mundo se estaba incubando, sin que obispos, abades, señores y reyes se percataran de ello.

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Referencias [<>] [\/] [/\]

[NCSA­96] NCSA: NCSA: A Beginner's Guide to HTML, http:// www.ncsa.uiuc.edu /General/Internet/WWW/ HTMLPrimer.html, Abril 1996.


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Alberto Di Mare: Cofundador, ex-Canciller, Director Ejecutivo y Catedrático de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA), Maestrescuela del Stvdivm Generale Costarricense de esa Universidad, antiguo profesor de la Universidad de Costa Rica. Ministro de Planificación (1966-1968), Director del Banco Central de Costa Rica (1968-1970). Ex-Presidente de la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) y de la Academia de Centro América. Miembro de la Sociedad Montpèlerin.

[mailto] Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>


Acerca de este documento [<>] [\/] [/\]

Referencia: Di Mare, Alberto: Una cronología de la civilización hasta el primer milenio de nuestra era, Revista Acta Académica, Universidad Autónoma de Centro América, Número 4, pp [45­54], ISSN 1017­7507, Mayo 1989.
Internet: http://www.di-mare.com/alberto/acta/1989may/adimare.htm
Autor: Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>
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Revisión: UACA, Enero 1998
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