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El prestigioso Institute for International Economics acaba de publicar el libro Imagine There's No Country: Poverty, Inequality and Growth in the Era of Gobalization, del economista de la India Surjit Bhalla, quien cuestiona la metodología que emplea el Banco Mundial para medir los efectos de la globalización sobre la distribución del ingreso y brinda resultados que muchos antiglobalizadores deberían conocer antes de lanzar su andanada usual e infundada en contra del progreso de los seres humanos.
El Banco Mundial basa sus estudios en la comparación de quintiles de la población de los distintos países a través del tiempo (es decir, el porcentaje del ingreso que percibe el 20% más pobre, el que recibe el siguiente 20%, y así sucesivamente), mientras que Bhalla, en vez de comparar naciones, lo hace entre los individuos de todos los países a través del tiempo, de forma que a cada percentil de la población mundial le adscribe un porcentaje del ingreso (así, el porcentaje de ingresos que recibió el 1% de la población; el porcentaje que percibió el siguiente 1% y así hasta llegar al 100 por ciento).
Declinación de la pobreza. Con base en el criterio usual de línea de pobreza (ingreso de $1 al día), Bhalla determinó que el porcentaje de pobres en el mundo desarrollado declinó de un 37% en 1985 a un 13% en el 2000 y, en vez de los 1.150 millones de pobres, que según el Banco Mundial había en 1999, su cálculo es de 650 millones en el 2000, pobreza que, definitivamente, el ser humano debe continuar resolviendo. Sí evidencia una declinación sin precedentes en la pobreza extrema en el mundo en los últimos 20 años.
En cuanto a la desigualdad en la distribución de los ingresos en el mundo, Bhalla muestra datos que expresan que, desde 1910, nunca había sido tan igualitaria. Según el índice de Gini, que se usa para medir dicha desigualdad, en 1950 el índice era 65,1, llegó a un pico de 69,3 en 1973 y, luego de un período que se asocia con la globalización, se redujo a un 65,1 en el 2000. Esto es, de acuerdo con el estudio de Bhalla se ha dado una disminución en la concentración de los ingresos.
También ha habido una notoria convergencia en los ingresos. Por ejemplo, si se compara a personas que están en el mismo percentil de la distribución de ingresos de los Estados Unidos con el de los países subdesarrollados, mientras en 1960 el ingreso de una persona de ese percentil en EE. UU. era 19,1 veces el de un individuo del mismo percentil en las naciones subdesarrolladas, ya en el 2000 se había reducido a 11,7 veces.
En favor de los pobres. Además, el crecimiento promedio real anual en los países en desarrollo durante el actual período de globalización fue casi el doble del obtenido en el mundo desarrollado (3,1% frente a 1,6%). Lo interesante es que Bhalla obtiene que dicho crecimiento básicamente ha favorecido más a los pobres: si se compara el crecimiento de su consumo con el de los no pobres, en los países en desarrollo ha sido mayor, pues por cada 10 por ciento de crecimiento del consumo de los no pobres, el de los pobres ha sido del 18 por ciento.
Antes que alguien diga que estas cifras están manipuladas, nada más piense que si los pobres de China e India (que históricamente han constituido la mayoría de los pobres del mundo) han ganado con el crecimiento, el que pobres de otros países (por ejemplo, Haití) no lo hayan hecho, es más que compensado por los primeros, por lo que se puede pensar que el crecimiento ha sido pro pobres. El punto está en que, como lo hace Bhalla, se trata de comparar a personas y no a países, como se solía hacer.
Don Alberto Di Mare nos enseñó cómo el ser humano sólo podía progresar en un ambiente de libertad, pero que tampoco consistía una garantía para el éxito. La globalización es resultado de esa búsqueda de los seres humanos por vivir mejor y, como también lo expuso don Alberto, son los mercados libres los que mejor permiten, como pocas otras instituciones humanas, que los pobres se enriquezcan, pero que también los ricos puedan empobrecerse si es que no satisfacen bien los deseos de sus semejantes.
http://www.di-mare.com/alberto/eterno/jcorrales.htm
http://www.nacion.com/ln_ee/2002/diciembre/09/opinion3.html
Copyright © 2002 Jorge Corrales Quesada
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